Las Torres del Parque hoy día son reconocidas como una de las mejores obras arquitectónicas latinoamericanas del siglo XX.
En las torres se
recogía la experiencia de la arquitectura colombiana en la década de los
sesenta y culminaba un proceso sistemático de experimentación personal. Salmona
necesitó desarrollar un riguroso procedimiento para encontrar materiales y
sistemas constructivos que permitieran subir treinta pisos, localizar cerca de
300 apartamentos de distintos tamaños y mantenerse dentro de un presupuesto
restringido.
Pero sobre todo
necesitaba algo que no se lo pedía el contrato sino él mismo: expresar, con
formas, la íntima convicción de que la arquitectura está enraizada en un lugar
intransferible. Un lugar que no sólo se constituye en condiciones geográficas y
ambientales –las montañas de Bogotá, la luz de Bogotá, el Parque de la
Independencia, la Plaza de Toros– sino también de condiciones sociales: un uso
del espacio exterior, una manera de habitar, una concepción de la familia.
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